miércoles, 29 de octubre de 2008

Feria del Libro

Parece extraño que en octubre haya que hablar de la Feria del Libro, pero así es. Creía que había terminado en junio, pero parece que alguien o algunos hacen la guerra por su cuenta.
Todo esto viene a cuento de la fotografía que presentamos, tomada hace unos días en un lugar público y muy concurrido (gracias Luis por enviarla).
Nada más ni nada menos que en la Estación de Atocha, de Madrid. Acababa nuestro amigo de comprar el billete para el LIBER y caminando hacia el Metro se tropezó con esta enorme caseta con un letrero impropio de la fecha y el lugar. Menos mal que siempre hay un móvil a mano para dejar constancia histórica de lo sucedido.
Un título cuya pertenencia corresponde justamente a la Asociación de Editores de Madrid, al Gremio de Libreros de Madrid y los Distribuidores de Libros de Madrid, y a nadie más
Un asunto que merece cierta atención por nuestras instituciones ya que, cuando menos, confundirá al público madrileño y a todo transeúnte de la Estación. ¡Ah! y no eran libros de saldo u ofertas, sino novedades.

2 comentarios:

Claudio Cerdán dijo...

Esa "Feria" lleva en madrid desde hace tiempo. Cuando fui por primera vez este año, mes y medio antes de Semana Santa (Hagan cuentas), ya estaba, y cuando regresé para la Feria del Libro de Madrid, ahí seguía. Venden saldos, algo de Zafón y cia, y penosos libros infantiles y de cocina. Pero ya saben, si continúa es que funciona..

Fco. Javier Jiménez dijo...

Ferias del libro hay muchas y los editores y los libreros de Madrid no podemos pretender disponer de la exclusividad de semejante rótuloa nuestro arbitrio.

La Feria del Libro del Retiro tiene una tradición y un impacto social que garantiza, con derecho propio, su permanencia en el imaginario colectivo del lector-comprador madrileño.

Otra cosa es la vida del vendedor ambulante, tradición casi más antigua que las ferias del libro, incluida la de Frankfurt;la venta ambulante se remonta a aquellos tiempos (ss. XV y XVI) en los que los editores-impresores autorizaban a ciertos vendedores ambulantes a imprimir un número determinado de copias de sus grabados o de sus libros para venderlos (a lomos de borrico) por las distintas plazas de la geografía europea.

Aquí, en cambio, asistimos a otra tipología de vendedores con licencia -me imagino que facilitada por la Comunidad de Madrid, dado que sus estacionales ubicaciones son, no en el Metro, sino en vestíbulos de estaciones de Renfe, como Atocha o Nuevos Ministerios.

Saldos, libro usado, libro descatalogado y algún best-seller del momento, estos vendedores ofrecen todos estos productos, incluidos aquellas colecciones diseñadas por ciertas editoriales (no precisamente agremiadas) para ser vendidas precisamente en este tipo de tenderetes, incluidos otros como Carrefour, Alcampo o Eroski.

Son sellos editoriales reconocibles, sobre todo por su bajísimo coste. Un nuevo toque de atención para los esquisitos editores agremiados de Madrid, más pendientes de titularidades que de imaginar nuevas estrategias para acercarse con éxito e inteligencia a los nuevos mercados propiciados por la sociedad del low cost.